Ferrocarril de Cañaveral a Ciudad Rodrigo II
No es la primera vez que en este periódico se trata cuestión tan vital para nuestro pueblo, como lo es, la de la construcción del ferrocarril de Cañaveral a Ciudad Rodrigo. respondiendo a deseos sentidos y nunca satisfechos, un acaudalado propietario de la Sierra de Gata, se ocupó con notoria competencia, de crear opinión en aquella comarca y en nuestro partido, verdaderos interesados que han de recoger los beneficios de tal la obra.
Más en cuántas ocasiones se trató de tan importante asunto, la opinión pública, indiferente como siempre a todo cuanto redunda en bien colectivo, respondió con su silencio, haciendo que las más hermosas iniciativas quedasen ahogadas en germen. Nuestro semanario, uno de los más entusiastas del proyecto, al comprender que se movía en el vacío tuvo que dejar de dar cabida en sus columnas, a los artículos y comunicados de las contadas personas que aplaudieron su campaña, y nuestro espontáneo colaborador, abandonó, que no olvidó, la exposición de sus ideales, esperando tiempos mejores.
Estos tiempos parece que ya llegaron: nuestro representante en Cortes respondió, como no podía menos, dada la preferente atención que al bien y prosperidad de su distrito dedica, a la excitación que desde nuestras columnas le dirigió el señor don M. González Rodrigo; y ha empeñado la palabra solemne de cooperar al fin que nos proponemos conseguir; y de esperar que los diputados y senadores de la provincia de Cáceres han de acudir al llamamiento que le harán sus electores más directamente interesados que nosotros mismos, pudiendo por tanto asegurarse sin temor alguno de equivocación, que el proyecto de ferrocarril ha salido del estado embrionario para llegar a tener vida y estar próximo a su ejecución.
Roto el hielo, no puede LA IBERIA permanecer indiferente ante asunto de tal magnitud; y por ello respondiendo al ofrecimiento de nuestro celoso diputado, vuelve nuevamente a la prosecución de la campaña iniciada, cooperando con su modestísimo concurso a la noble aspiración de extremeños y castellanos; y como el movimiento se demuestra andando, hacemos desde estas columnas un llamamiento a todas las personas de buena fe que deseen ayudarnos, al par que dedicaremos varios trabajos a formar atmósfera, a crear opinión, demostrando las incalculables ventajas que a esta comarca proporcionaría el ferrocarril de Cañaveral a Ciudad Rodrigo.
Es la Sierra de Gata una cadena de montañas de la cordillera Carpeto-Vetónica, que sirviendo de límite a las provincias de Cáceres y Salamanca, se interna en la primera en varias de sus ramificaciones. En ella se hallan enclavados numerosos pueblos, todos fértiles, todos ricos, pletóricos de productos que tienen que dedicar a su propio consumo por la dificultad casi insuperable que existe en los transportes; los cuales dentro de su territorio tienen que hacerse a lomo; y fuera de él para la comunicación con las llanuras extremeñas y castellanas ni aún en la misma forma, pero sólo en las épocas en que los temporales permiten el paso por los escasos puertos o desfiladeros abiertos en las montañas. Temporadas enteras del año viven sus habitantes en incomunicación casi absoluta con el resto del mundo, y aquella comarca tan exuberante yace siempre en la miseria teniendo en su seno riquezas bastantes para hacer poderosa a la región más pobre.
Todo esto lo tocamos, lo palpamos materialmente a diario, por las puertas de nuestra ciudad vemos penetrar constantemente esas miserables cargas de aceite, el mejor de España, que con tres o cuatro días de recorrido, sobre un camino imposible, son canjeadas por otras no menos escasas de trigo; cuyos dos productos al llegar a su destino han alcanzado un precio sólo asequible a los poderosos. En tanto aquellos miles y miles de arrobas del fruto del olivo obtenidas por primitivo procedimiento, y los innumerables hectólitros de vino superior, abarrotan las tinajas de los cosecheros serranos, sin que puedan surtir nuestro mercado; y en tanto también nuestros labradores tienen que enajenar a cualquier precio sus trigos a los acaparadores, en la imposibilidad de competir en los mercados castellanos o catalanes con el grano nacional o extranjero. Somos vecinos, estamos inmediatos los unos a los otros, tienen ellos vida, riqueza que a nosotros nos falta, tenemos nosotros productos de que ellos escasean y sin embargo no nos complementamos ¿por qué? por la dificultad de comunicaciones.
Y ¡qué decir de aquellos saltos de agua, de aquellas minas de plomo, estaño, hierro y plata, de aquellos bosques de castaños, robles y pinos; que darían lugar, los primeros a florecientes industrias, las segundas a poderosas empresas y los terceros a grandes negocios! Sencillamente que como las demás riquezas de tan exuberante comarca, tienen que considerarse como no existentes por la dificultad de las vías de comunicación.
Así lo comprendieron siempre los habitantes de la Sierra de Gata y a salir de su aislamiento tendieron siempre sus esfuerzos, buscando constantemente la comunicación por nuestro lado; y así les hemos contemplado primero, buscando el arreglo y prolongación del camino habilitado de esta ciudad a Fuenteguinaldo; promoviendo después la concesión de la carretera de Ciudad Rodrigo al puente de Guadancil, ofreciendo más tarde su cooperación metálica para la construcción de un camino vecinal desde Perosín al puerto de Perales y no olvidando nunca el ferrocarril a nuestro pueblo. Poco hasta ahora consiguieron; el camino habilitado no llego hasta ellos; la carretera, que merced a algunos poderosos hacendados no se terminó, se construye lentamente, gracias sean dadas al señor Palacios que inauguró dos años hace los buenos servicios al partido, consiguiendo la subasta de las obras; el camino vecinal quedará como recuerdo de aquel inmenso plan de Gasset; y el ferrocarril fue hasta hoy una verdadera utopía.
Nosotros en cambio nada hemos hecho; con nuestras necesidades cubiertas por el ferrocarril que nos une al mundo civilizado, no nos hemos preocupado de que al lado tenemos un mercado superior; que a nuestras puertas existe una región en la cual nuestros capitales podrían obtener excelentes rendimientos, superiores en alto grado al de las fincas que constantemente y sin medida levantamos de precio; y que nuestro distrito y nuestra ciudad sirviendo de necesario paso a los productos de la sierra se enriquecerían grandemente.
Y hagamos punto por hoy, ya que la pequeñez de nuestro periódico no consiente más extensión. En el siguiente seguiremos ocupándonos de este asunto si mirobrigenses o serranos no piden la palabra.
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