Dejamos por ahora el ferrocarril, que seguirá dando juego hasta el final de los años 20 y volvemos a la lírica, que en este caso trata de Irueña y su leyenda.
Publicada en La Iberia, semanario de Ciudad Rodrigo, el día 23 de noviembre de 1918, encontramos esta poesía dedicada a la leyenda de Irueña, que en este caso no contiene el dramatismo de la que circula habitualmente y que recoge don Alejandro Blázquez en el libro Historia de Fuenteguinaldo.
Dejamos por ahora el ferrocarril, que seguirá dando juego hasta el final de los años 20 y volvemos a la lírica, que en este caso trata de Irueña y su leyenda.
La princesa de Irueña…
(Tradición de
Guinaldo)
                                       Para JOAQUÍN APARICIO
Cerca de Fuenteguinaldo 
están las ruinas de Irueña, 
una ciudad antiquísima 
de la que no se conservan 
más que sus débiles muros 
de pizarras superpuestas, 
subterráneas galerías 
y dos esfinges de piedra, 
que demuestran de la plaza 
el antiguo origen celta.
Uno de los primitivos 
reyes de la fortaleza 
tenía una sola hija 
bonita como unas perlas, 
que acostumbra asomarse 
de la torre a las almenas 
para contemplar el bello 
panorama de la Sierra.
Tanto se asomó la joven 
que no faltó quien la viera, 
pues de su gran hermosura 
se enamoró un joven celta 
que al padre, humilde, pidió 
la mano de la doncella.
Sorprendido el soberano 
hizo solemne promesa 
de dársela por esposa 
si a las alturas de Irueña 
hacía subir el agua 
de la próxima ribera.
No desconcertó al mancebo 
tan dificultosa empresa, 
pues el verdadero amor 
aguza la inteligencia, 
y bajo su dirección 
con maderos y con piedras 
en el regato Rolloso 
se levantó una gran presa 
y se abrió a continuación 
un canal en la ladera; 
y al cabo de poco tiempo 
la enamorada doncella 
y el ilustre soberano 
recibieron la sorpresa 
de ver el agua correr 
por el recinto de Irueña 
debajo de sus ventanas
y delante de sus puertas.
Celebróse el himeneo 
del galán y la princesa, 
bailándose a media noche 
a la luz de las estrellas, 
según el rito sagrado 
de los primitivos celtas…
Hoy es la antigua ciudad 
una enmarañada selva 
donde el vaquero Candelo 
los ganados apacienta 
que el yerro de J. A.
 estampado encima llevan; 
y sea suceso histórico 
o fantástica leyenda, 
aunque ya desmoronados, 
hasta el día se conservan 
en la ladera el canal 
y en el regato la presa; 
y entre el vuelgo de Guinaldo 
como historia verdadera 
pasa aún el tierno idilio 
de la princesa de Irueña…
                        M. G.
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