Publicado en La Iberia, semanario de Ciudad Rodrigo, el día 13 de marzo de 1920.
La hoja de San Fausto...
PAISAJE
Aricando van el trigo
por la hoja de San Fausto 
unas cien yuntas de reses 
en la villa de Guinaldo.
En remota lejanía 
al feracísimo llano 
ondulante cordillera 
le sirve de anfiteatro.
Destaca Jálama al sur 
junto a la villa de Payo 
y al este Peña de Francia 
con su antiguo santuario.
Las carboneras de
brezo 
en laderas y picachos 
lanzan densas humaredas 
que se ciernen en lo alto.
En medio de
robledales, 
ahora grises y pelados 
culminan de varios pueblos 
los erguidos campanarios.
Por toda esa serranía
con sus míseros andrajos, 
como hormigas vividoras, 
van y vienen los hurdanos.
Hacia el norte se
distingue 
el recinto amurallado 
de una histórica ciudad 
y sus templos y palacios.
Y entre las viejas
encinas 
en los montes inmediatos 
se ven de los montaraces 
los albergues solitarios.
En medio del caserío 
de la villa de Guinaldo 
se alzan un ruinoso alcázar 
y su gran templo cristiano.
Del cementerio se ven
los cipreses funerarios 
y, encima de los escombros 
de su capilla, dos arcos.
De los hornos de cal 
se elevan de cuando en cuando 
espesas nubes de gases 
que ennegrecen el espacio.
Por la larga
carretera, 
de odres de vino cargados,
 en dirección a la villa 
avanzan los carromatos.
Pero lo que más
admiro 
es la hoja de San Fausto, 
donde cien yuntas de reses 
el trigo van aricando.
Vestidos estos
labriegos 
veo con distintos jatos: 
los mozos de señoritos 
y los antiguos de charros.
Estos enjutos gañanes
son los valientes muchachos 
que, en llegando el Carnaval,
cargan el toro más bravo.
Y los que forman
orquestas 
con panderos y guitarros 
y van por todo lugar 
la Charrascona cantando…
Hoy, empuñando con
brío 
la mancera del arado, 
van y vienen lentamente 
con sus yuntas por el agro.
Como está fresca la
tarde, 
apenas cantan los pájaros 
y airadamente al camino 
los perros salen ladrando.
A cinco duros fanega,
si ayudan abril y mayo, 
van a salir muchos miles 
de la hoja de San Fausto.
Y, si llenan las paneras,
pasarán feliz el año 
en sus tranquilos hogares 
los labriegos de Guinaldo.
               M.
G.
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